Lecho de infiltración

El efluente ya asentado se alimenta en un sistema de tuberías que distribuye el flujo en el suelo subsuperficial para su absorción y posterior tratamiento en zanjas de infiltración. Cuando existen dos o más zanjas de infiltración en el sistema, debe instalarse al menos una caja de distribución previa a éstas (UNATSABAR 2003).  Se puede instalar un sistema de dosificación o de distribución presurizada para garantizar el uso de toda la longitud del lecho de infiltración y la recuperación de las condiciones aeróbicas entre dosificaciones. Este sistema de dosificación libera el efluente presurizado en el lecho de infiltración con un temporizador (usualmente de 3 a 4 veces al día) (TILLEY et al. 2018); sin embargo, este tipo de sistemas puede resultar muy costoso.

Cada zanja debe medir de 0.5 a 1.5 m de profundidad y de 0.3 a 1 m de ancho. Su fondo se rellena con unos 15 cm de roca limpia y se pone un tubo de distribución perforado encima (TILLEY et al. 2018; UNATSABAR 2003). Luego, se coloca más roca para cubrir la tubería. Encima de la capa de rocas se pone tela geotextil, para evitar que las partículas pequeñas obstruyan el tubo. Se agrega una capa final de arena o tierra para cubrir la tela y se llena la zanja hasta el nivel del suelo. El tubo debe colocarse por lo menos a 15 cm de la superficie para evitar que el efluente salga. Las zanjas deben medir menos de 20 m de largo y estar de 1 a 2 m una de la otra. Para evitar la contaminación, el lecho de infiltración debe estar a más de 30 m de distancia de cualquier fuente de agua potable. Al establecer un lecho de infiltración, debe considerarse que no interfiera con ninguna conexión futura de alcantarillado. La tecnología de recolección que precede al lecho de infiltración (por ejemplo, fosa séptica) debe estar equipada con una conexión al alcantarillado libre de solidos o condominial simplificado u otro punto de almacenamiento temporal de modo que si (o cuando) el lecho de infiltración necesita ser sustituido, el cambio se pueda hacer con una interrupción mínima (TILLEY et al. 2018; SEMARNAT 1997).

Los lechos de infiltración requieren un terreno grande y de suelo no saturado con buena capacidad de absorción para disipar eficazmente el efluente. La NOM- 006-CNA-1997 describe el procedimiento para determinar las características de permeabilidad del suelo donde se localizarán los puntos infiltración (SERMANAT 1999). Debido a la posible sobresaturación del suelo, los lechos de infiltración no son apropiados en zonas urbanas densas. Los propietarios que tengan un lecho de infiltración deben conocer bien cómo funciona y sus responsabilidades de mantenimiento. Los árboles y las plantas de raíces profundas tienen que mantenerse lejos del lecho de infiltración, ya que pueden agrietar y perturbar el lecho (TILLEY et al. 2018). Dado que las aguas residuales con tratamiento primario pueden contener algunos contaminantes y parásitos (CONANT y FADEM 2011), el lecho de infiltración no deben construirse en zonas donde la capa freática se encuentra muy cerca de la superficie del suelo o en zonas propensas a inundaciones.

Es una tecnología que se puede implementar solo en los sistemas de aguas negras con infiltración. Esta tecnología solo es aplicable en casas dispersas con disposición de agua suficiente con capacidades y recursos y poblados de hasta 2500 habitantes con disposición de agua suficiente con capacidades y recursos.

Puesto que la tecnología es subterránea y requiere poca atención, los usuarios rara vez entran en contacto con el efluente y, por lo tanto, no presenta riesgos para la salud. El lecho de infiltración debe mantenerse lo más lejos posible (al menos 30 m) de cualquier fuente de agua potable para evitar la contaminación (TILLEY et al. 2018). No existen estudios documentales en los que se hayan evaluado las implicaciones a la salud de esta tecnología en México. Al ser una tecnología que no produce olores y requiere muy poco mantenimiento, es generalmente bien aceptada.

Un lecho de infiltración se obstruirá con el tiempo, aunque esto puede tardar 20 años o más si se le da buen mantenimiento y si la tecnología de tratamiento primario es adecuada. En la práctica, un lecho de infiltración debería requerir un mantenimiento mínimo; sin embargo, si el sistema deja de funcionar con eficiencia, se recomienda limpiar, remover o sustituir las tuberías. Para mantener el lecho de infiltración, no debe haber plantas o árboles en él. Tampoco debe haber tráfico pesado encima, ya que esto podría aplastar las tuberías o compactar el suelo (TILLEY et al. 2018).